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Goya y el arte contemporáneo: el perro que miró al abismo
Por: Martín Gutiérrez
6/1/2025 . 3 min read
Francisco de Goya y Lucientes (1746–1828) fue un pintor y grabador español, considerado uno de los artistas más influyentes de la historia del arte occidental. Su carrera abarcó desde los encargos cortesanos más tradicionales hasta obras profundamente personales, oscuras y revolucionarias que rompieron con las normas de su época.
En su etapa final, aislado y sordo, produjo las famosas “Pinturas negras”, las cuales reflejaban su estado emocional, su visión del mundo y su desencanto con la humanidad. No fueron hechas para el público, si no como una expresión personal profunda. Así nació su arte más oscuro.
Entre estas obras, una destaca de manera especial: “El perro semihundido”, ya que es considerada por muchos como una de las primeras manifestaciones del arte contemporáneo.
En “El perro semihundido”, pintado entre 1819 y 1823, Goya representa a un perro que apenas asoma la cabeza sobre una masa terrosa, sin paisaje definido, sin horizonte, sin acción. La escena es desoladora, casi abstracta. No se sabe si el perro se está hundiendo, si está atrapado o simplemente mira hacia lo desconocido.
Esta imagen, aparentemente simple, ha sido interpretada como símbolo de la soledad, el abandono, la impotencia y el silencio frente al destino. Es una obra que rompe completamente con la narrativa tradicional de la pintura y se acerca a la abstracción emocional del siglo XX.
Numerosos artistas han reconocido en esta pintura una semilla del arte contemporáneo: la representación de una emoción cruda sin necesidad de explicación. La obra no cuenta una historia: evoca una sensación, y eso la vuelve profundamente moderna.
El crítico británico Jonathan Jones escribió en The Guardian (2012) que “la sombra de Goya se extiende vastamente sobre el arte moderno”. En su artículo titulado “Goya: The First Modern Artist”, señala:
“Su capacidad para capturar la angustia psicológica y la brutalidad de su tiempo, sin idealización alguna, lo convierte en un precursor ineludible para artistas que buscaron la verdad visceral por encima de la belleza convencional.”
Goya rompió con las formas clásicas de representación. Su obra no embellece, sino que revela. En series como “Los caprichos”, “Los desastres de la guerra” y las “Pinturas negras”, se anticipa a movimientos como el expresionismo, el surrealismo y el arte político contemporáneo.
Para el historiador Robert Rosenblum, autor del artículo “Goya and the Origins of Modern Political Art” (Art Journal, 1989), el legado de Goya es evidente en el arte comprometido:
“Goya no solo documentó los horrores de la guerra, sino que también estableció un nuevo lenguaje visual para la protesta política.”
Su influencia se observa en artistas como Picasso con Guernica, Otto Dix con sus retratos de la Primera Guerra Mundial, o incluso Banksy, con su crítica social en espacios urbanos. En todos ellos hay ecos de Goya: la oscuridad, el sarcasmo, el dolor y la denuncia.
Sin embargo, no todos coinciden en que Goya fue inmediatamente influyente. El hispanista Nigel Glendinning, en el ensayo “Goya’s Patrons and Public” (1993), matiza:
“Aunque la originalidad de Goya fue reconocida por algunos contemporáneos, su impacto directo en la práctica artística española de su época fue limitado. Las tendencias neoclásicas predominantes […] no favorecieron la inmediata adopción de su estilo tan personal y a menudo perturbador.”
Goya fue, en muchos sentidos, un adelantado. Pero su lenguaje visual era demasiado radical para una sociedad aún atada al clasicismo (corriente artística francesa del siglo 19).
La historiadora Janis Tomlinson sostiene en “Rethinking Goya’s Contemporaries” (The Burlington Magazine, 2001), que Goya fue redescubierto por artistas románticos y realistas del siglo XIX:
“Su audacia técnica y su enfoque subjetivo resonaron con una nueva generación que buscaba liberarse de las convenciones académicas.”
Esto demuestra que su impacto no fue inmediato, pero sí duradero. Fue adoptado y reinterpretado por artistas que entendieron su valor cuando el contexto estuvo listo para recibirlo.
Francisco fue el primer artista verdaderamente contemporáneo. Obras como “El perro semihundido” anticipan el vacío existencial y la subjetividad que hoy definen al arte contemporáneo. Su estilo rompió con lo académico y dio paso a una expresión más libre, más humana.
Goya no buscó la belleza, sino la verdad. En sus grabados y pinturas mostró la guerra, la locura y la oscuridad del alma humana sin filtros. Esa capacidad de incomodar y hacer pensar es la mayor herencia que dejó al arte actual. Su influencia no es decorativa, es ética y emocional. Y sigue viva.
Fue más que un pintor de su época: fue un visionario. Su obra no solo anticipó la modernidad, sino que también sigue latiendo en el arte actual. En el silencio de “El perro semihundido”, en la rabia de sus grabados o en la locura de sus figuras, se esconde una humanidad rota, incompleta… pero real.
Hoy, artistas de todo el mundo siguen explorando los abismos que él abrió: el dolor sin palabras, la crítica sin censura, la belleza en lo grotesco. En ese sentido, el perro de Goya sigue ladrando, aunque nadie lo escuche.




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